martes, 26 de marzo de 2013

Religiosidad y la Herencia Cultural


El sincretismo que caracteriza a la sociedad dominicana está también patente en su sentido religioso

Mezcla de cultura 
La mezcla de culturas realizada tanto en Haití como en Santo Domingo produjo una serie de creencias y religiones con un sistema de ritos, procesiones y culto variados. La llegada de los españoles a América trajo consigo la imposición del cristianismo  a los indígenas, esclavizados según los conquistadores a cambio de su evangelización y educación en las costumbres católicas. 

La conciencia cristiana europea no tenía escrúpulo alguno en aceptar como cosa natural la esclavitud, sobre todo cuando ésta afectaba a los “salvajes” y a los “negros paganos”.

Para los taínos, las aguas y los bosques tenían un sentido mágico religioso. Alrededor de sus poblados esculpían y pintaban símbolos y signos con los que los circundaban. Creían en un ser supremo, Yocajú, el dios protector, y en una diosa femenina, la Tierra (a la que denominaban con distintos nombres), que concibieron otros dioses menores que representaban a las diversas potencias de la Naturaleza. Todo tenía su dios excepto el Universo, que, según los taínos, había existido siempre.

Tras su exterminio, la única huella de sus creencias se encuentra en el mestizaje que realizaron los indígenas que huían a las montañas con los cimarrones, esclavos africanos fugitivos que también se asentaron en los montes, junto con sus descendientes mezclados con blancos y negros.

La aparición de los primeros esclavos procedentes de África trae consigo multitud de nuevas creencias y tradiciones mágico- religiosas a la isla de HaitíDesprendidos violentamente de su tierra e integrados por la fuerza en una nueva sociedad en la que vivían en absoluta subordinación,  vieron cómo se destruían sus estructuras tribales políticas, sus formas de vida familiar y todos aquellos elementos que conformaban sus creencias, valores y actitudes frente a la vida. Los negros trasvasados a Santo Domingo llegaron mutilados física y espiritualmente, lo que tuvo que provocar profundos desgarramientos en hombres que quedaron desnaturalizados para transformarse en mercancías vendibles e intercambiables.

 A su llegada a Santo Domingo los miembros de un mismo grupo étnico eran separados de forma deliberada con el propósito de impedir la comunicación entre ellos y prevenir las rebeliones. Su vida  en los ingenios azucareros y ciudades estaba regulada por ordenanzas y cédulas reales en las que no eran considerados humanos, por las que su actividad estaba exclusivamente dirigida a proporcionar al amo los mayores beneficios posibles.

A pesar de las prohibiciones, los negros trataron de agruparse por etnias o tribus en horas de descanso, domingos y días de fiesta para rememorar sus tradiciones y vida en las aldeas nativas, los mitos y leyendas de sus héroes y expresar la rabia contra su situación. Los colonos asociaron estas reuniones y ritos con la leyenda del África sensual, tenebrosa, antropófaga y hechicera. Los ritos mágicos africanos fueron motivo de grandes temores por parte de los europeos, especialmente porque el colonizador era tanto o más supersticioso que el negro. El Código Negro francés de 1658 intentó reglamentar la esclavitud, imponiendo que los esclavos fueran bautizados en la religión católica y prohibiendo todas las demás religiones.

Amparados por la oscuridad, los esclavos se entregaban a bailes, cantos y ceremonias. Incluso comenzaron a refugiarse en las iglesias, simulando dedicarse a rezos y a ceremonias cristianas, para evitar ser sorprendidos ante la prohibición de los colonos. Los esclavos encontraron en el vudú un fermento especialmente apropiado para exaltar su energía.

Los fallidos intentos de abolir sus ritos y celebraciones dieron paso a nuevos reglamentos en los que se fiscalizan estas celebraciones con razones  económicas, como aparece en el capítulo 32 del Código Negro de 1810:

Los placeres inocentes deben entrar en parte del sistema gubernativo de una nación en la que la danza y la música hace la sensación más viva y espiritual, sus órganos son tan finos y delicados que enajenados con su armonía no sienten ni la fatiga que acaban de pasar en todo el día, ni la flaqueza de sus fuerzas consiguientes a los trabajos recios del cultivo empleando noches y días en este embeleso, sin pagar aun el tributo indispensable al dulce sueño que piden sus fatigados sueños. Esta ocupación análoga a su carácter los distraerá en los días festivos de otras diversiones o concurrencias perjudiciales disipando en su espíritu la continua tristeza y melancolía que los devora y abrevia sus días y corregirá al mismo tiempo la estupidez propia de la nación y la especie  

La ausencia de documentación no facilita un intento de identificación de las tribus y naciones de proveniencia de los esclavos. Según diversas fuentes,  los esclavos procedían de una zona de África Occidental que se extiende desde Senegal hasta la cuenca del Congo. Con un origen más o menos relacionado con las prácticas religiosas de las tribus fon, yoruba y ewe de la región de África occidental que ahora ocupan los países de Ghana, Nigeria, Togo y la República de Benin (antigua Dahobey), el vudú pasó a ser el rito integrador de la comunidad esclava. Para los esclavos que llegaban al nuevo mundo, el vudú representaba tanto un vínculo con Guinee, la tierra de sus ancestros, como una forma de supervivencia y resistencia.

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