La música popular dominicana está íntimamente ligada a la cultura religiosa, y se interpreta sobre todo en las llamadas fiesta de santos, conocidas también, según la zona del país, como velaciones, velas o noches de vela. Otros ritmos populares son de evidente origen español, como la mangulina y el carabiné.
De
esta danza derivan, según investigaciones realizadas por el folklorista
Francisco Santos, varios de incluyendo el folclor. Uno de los más
generalizados de todos es los palos, nombre con que se designa tanto al ritmo
como a los membranófonos utilizados. Ritmos nacionales de obvia impronta
africana son la sarandunga, los congos, la jaiba, el chenche matriculado, etc.
Baile folclórico |
La salve, que al decir de la etnomusicóloga norteamericana Martha Davis, es la
más típica de los géneros tradicionales dominicanos, presenta dos estilos: uno
claramente español, amétrico y antifonal, y otro polirrítmico, fuertemente
hibridado entre lo español y lo africano. Entre los instrumentos de origen
africano cabe citar los palos, el balsié, la gallumba, etc.
Las
creencias mágico religiosas dominantes entre las capas campesinas y populares
dominicanas reflejan el sincretismo cristiano-africano operado desde los
tiempos de la colonia. El vodú dominicano es de obvia procedencia haitiana,
pero sus rasgos y complejos se muestran degradados en Santo Domingo. Al panteón
voduísta criollo se han incorporado muchas divinidades o loas nativos. El rasgo
más característico del vodú dominicano es el que lo relaciona directamente con
la actividad mágica. Las correspondencias entre los loa y los santos católicos
son similares a las haitianas.
La
magia dominicana es también una mezcla heterogénea de creencias y ritos
africanos y europeos, estos últimos especialmente españoles. Animales míticos
como el bacá y el galipote proceden de Haití. Las clásicas brujas y las
características que las rodean son españolas. De Europa nos viene la
superstición del mal de ojo, la supuesta existencia de lugarús (loup-garou) y
numerosos hechizos y encantamientos, amén de la mayoría de las artes adivinatorias.
Los
ritos funerarios contienen muchos rasgos de ascendencia africana que son
compartidos con otros países de América. Un ejemplo típico es el baquiní o
velorio del angelito.
En el
campo económico destacan las diversas instituciones de ayuda mutua, existentes
tanto en los campos como en las ciudades. En los medios rurales, estas
instituciones se presentan en forma de agrupaciones de campesinos que se reúnen
para colaborar en determinadas faenas agrícolas, como siembras, talado de
bosques, preparación del terreno, etc.
Reciben el nombre de juntas o convites y
presentan características similares al combite haitiano, estrechamente
emparentado con el dokpwe de los fon de Dahomey. Dichas faenas se acompañan de
cantos e instrumentos musicales que sirven de estímulo y coordinación en el
trabajo. Todos los miembros de una junta están obligados a reciprocar la ayuda
prestada y colaborar en las labores de los demás. Al finalizar la jornada se
celebra una fiesta que corre a cargo del propietario del terreno.
Otra
institución de ayuda mutua, de origen africano, es el sistema de crédito
rotativo que se conoce con el nombre de san y que corresponde al Esusu yoruba.
Como en Nigeria y otras partes de Afroamérica, el san lo integran
preferentemente mujeres. Consiste, como es sabido, en el establecimiento de una
caja común a la que cada participante del san contribuye con una suma mensual o
semanal. Cada socio recibe, en forma rotativa, el valor total de la caja,
empezando por el que la organizó.
La
cocina dominicana contiene productos y platos de procedencia africana. Entre
los primeros figuran el guandul, el ñame y el funde. Platos típicamente
africanos parecen ser el mofongo, preparado a base de plátanos verdes y,
derivados de la cocina cocola, el fungí y el calalú. Una bebida común entre los
esclavos negros era el guarapo, que se saca del jugo de caña de azúcar.
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